Las lámparas fluorescentes compactas, más conocidas como LFC o CFLs, permiten ahorros considerables en la iluminación de la casa. Son esos bulbos de tubo enrollado que cada vez usamos más… Y exigen sólo unos pocos cuidados que conviene conocer.
La eliminación progresiva de las lámparas incandescentes, las bombillas de toda la vida, ha traído a nuestros hogares diferentes tecnologías de iluminación mucho más eficientes. Algunas siguen teniendo precios elevados de compra, a pesar de que ahorran mucho en el consumo eléctrico. Por eso las triunfadoras han sido las lámparas fluorescentes compactas que, aprovechando la tecnología de los tubos fluorescentes de siempre, han permitido sustituir a las lámparas incandescentes, ahorrando en la factura eléctrica, con sistemas de acople similares y ofreciendo una intensidad de luz muy aceptable…
Su principal ventaja frente al bulbo incandescente es que las CFL o LFC tienen una vida útil más larga y ahorran energía. Las mejoras introducidas en esta tecnología, sustituyendo el sistema electromagnético de balastros por uno electrónico, han eliminado el clásico parpadeo de los tubos fluorescentes tradicionales y su chasquido al encenderse.
Cómo producen la luz
La luz que producen las compactas fluorescentes se produce de diferente manera que en las incandescentes. En éstas, la electricidad llega por un hilo de cobre y calienta el filamento, que comienza a brillar. En las fluorescentes compactas, el tubo que contiene argón y vapor de mercurio genera una luz ultravioleta que estimula una capa fluorescente de fósforo dentro del tubo, emitiendo luz.
Por qué tardan en encenderse
Este proceso de emisión de luz puede completarse en un rango de tiempo de 30 segundos a 3 minutos; en general, tardan más las lámparas con reflectores o globos decorativos exteriores que las que simplemente incorporan un tubo enrollado.
Consejos para sacar partido a las fluorescentes compactas