Al contrario de lo que le suele suceder a la mayoría de la gente, cuando entré por primera vez en aquella casa, completamente destrozada, me encantó. Era un diamante en bruto. Tenía mucho trabajo que hacer.
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En primer lugar dividí el trabajo a realizar en dos partes, la de distribución y la de decoración.
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La distribución interior la llevé a cabo partiendo de dos premisas: dotar a la casa de la mayor capacidad de almacenaje posible, y unificar espacios.
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Para crear esa capacidad de almacenaje decidí diseñar la habitación principal con vestidor, esto permite un número de armarios mucho mayor, un armario empotrado en el baño y otro más que hace función de escritorio en el salón. La unificación de espacios la llevé a cabo eliminando la puerta de entrada al salón, el pasillo desemboca directamente en esta estancia, por la que también se accede a la cocina, de manera que todo queda en un mismo ambiente y el movimiento resulta mucho más dinámico.
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Respecto a la parte de decoración, dividí en dos partes la vivienda, una es la zona pública, en la que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, cocina y salón, que además al haberlos convertido en una zona común, debían vestir el mismo estilo decorativo. La otra parte, es la zona más íntima, la habitación y el baño.
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En la zona pública, la decoración colaboró aún más en la unificación de espacios. El estilo rústico urbano que impera en las dos zonas y la paleta de colores utilizada, en la que destacan los marrones, rojos, negros y blancos convirtieron este ambiente en una cálida y agradable zona de ocio. Destaca la importancia de las cortinas, en un atrevido color rojo, cuya misión es atraer nuestra atención hacia las ventanas, por ellas entra un enorme chorro de luz y sol durante el día.
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Los espejos de la mesa de centro amplían visualmente el espacio, y hacen que los focos halógenos se reflejen en ella duplicando la cantidad de luz.
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La zona de comedor es mucho más moderna, con un estilo japonés representado por la puertas del armario, contrastado por la rústica viga de madera que cruza el techo sobre la mesa, y las lajas de piedra que cubren la pared.
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La cocina, diseñada al milímetro, con electrodomésticos de acero inoxidable, armarios de laca roja y una encimera de silestone gris, queda totalmente impregnada del estilo del salón.
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En la zona privada destaca una decoración relajante, rústica de ideas y moderna de formas. Las lajas de piedra sustituyen el tradicional cabecero y fomentan la horizontalidad de la habitación, haciendo que parezca más ancha. El color oscuro de la parte de arriba aporta profundidad. En ese tramo de pared decidí colocar un mural de fotos familiares en sepia. Este es un buen lugar para colocar una pieza de arte especial por alguna razón. El mural se ha convertido en uno de los elementos más destacados de la decoración.
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El baño luce en los mismos colores, destaca el estor de seda que viste la ventana. Cuando la decoración es austera por la cantidad de elementos, debemos darle protagonismo a los que tenemos, para que destaquen por si mismos.
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A la habitación de invitados no traté de imprimirle mi estilo propio, sino darle un aire agradable para que las visitas se sientan cómodas. Las mesillas, blancas, y el cabecero de piel, blanco, contrastan con la pared en la que se apoyan. Una decoración marcadamente agresiva, no muy recomendable para un uso diario, pero que apasiona a las visitas y hace que no la olviden.
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