Las molduras de techo son un detalle que hace mucho por la decoración de la casa. Además de aportar un toque elegante y distinguido, sirven como transición entre la pared y el techo, ocultando los típicos defectos en la unión entre ambas superficies. Las molduras de escayola tienen el problema de que resultan bastante frágiles; la humedad puede hacer que se deterioren y se desprendan, y además es también fácil romperlas con un golpe al limpiar o al hacer reformas en el hogar.
Para arreglar una moldura puede utilizarse escayola o pasta tapagrietas. Lo mejor es hacer una masa relativamente consistente, con poco agua, y emplearla para rellenar los huecos y las faltas. Cuando se seque, basta con lijarla con lija nº 400, aplicar fijador de látex para sellar el poro y pintar con pintura plástica o acrílica.
Pero si el desperfecto es grande y hay que cubrir un hueco amplio, en el que quizás también sea necesario reproducir algún motivo, entonces podemos emplear masilla para modelar, a base de celulosa, de la que se vende en los centros comerciales y las tiendas de manualidades. Es mejor escoger la masilla blanca en lugar de la rojiza para trabajar.
La masilla se moldea fácilmente con las manos; para fijarla a la moldura, hay que aplicar antes un poco de cola blanca o adhesivo de montaje, y así nos aseguraremos de que no se desprenderá. Después tendremos que darle la forma adecuada; podemos humedecernos los dedos para alisarla bien y unirla con el resto de la moldura. Dejaremos secar durante uno o dos días y entonces ya podremos lijar y pintar el arreglo para igualarlo con el resto de la moldura (al igual que con la escayola, antes aplicaremos una mano de látex para cerrar el poro). Un consejo: es casi mejor pintar toda la moldura para conseguir un acabado uniforme, que intentar arreglar sólo la zona del desperfecto.
Imágenes: Prestige Woodworks, Wansley Woodworks, Showcase Moulding.
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Categorías: Paredes y revestimientos
Publicado el: 03-02-2011 | Autor: Marta Sánchez