Los problemas de humedad en las viviendas son característicos de los meses más fríos y húmedos. El problema, en realidad, está ahí durante todo el año; pero las bajas temperaturas hacen que las paredes tarden en secarse más tiempo, y la presencia constante de la lluvia favorece las filtraciones en fachadas y azoteas. Eliminar los problemas de humedad y sus consecuencias (manchas en las paredes, mohos, desprendimiento de la pintura, malos olores...) implica atajar la causa de raíz, aunque resulte complicado. En algunos casos podemos hacerlo nosotros mismos, con el uso de productos específicos; en otros, tendremos que recurrir a empresas especializadas.
TIPOS DE HUMEDADES
Las humedades en las viviendas se producen por tres causas: filtración, condensación y capilaridad.
Humedades por filtración: el agua del exterior, sobre todo de la lluvia, se filtra al interior por varias vías. Puede ser que entre por fisuras y grietas en la fachada, a través de los marcos de puertas y ventanas que no estén bien sellados, por defectos en la impermeabilización de las azoteas o a través de los poros de los materiales de construcción.
Humedades por condensación: en este caso, es el vapor de agua presente en el ambiente del interior de la casa el que se condensa con la diferencia de temperatura con respecto al exterior. La condensación del vapor se produce cuando el aire del interior es demasiado húmedo. Estas humedades se detectan fácilmente, ya que el agua se deposita en las paredes y cristales de las ventanas en forma de gotitas.
Humedades por capilaridad: son las más complicadas de eliminar. El agua procedente del subsuelo asciende por los capilares de los cimientos y los materiales de construcción (de ahí su nombre), y sale a la superficie cuando encuentra una zona más cálida. Por eso este tipo de humedades suelen aparecer en plantas bajas, sótanos, garajes...
UNA SOLUCIÓN PARA CADA TIPO
Como hemos comentado más arriba, la solución a los problemas de humedad pasa por atajar la causa que los produce. En las humedades por filtración hay que establecer una barrera para evitar que el agua penetre en el interior de las viviendas. Es importante que las fachadas tengan un buen revestimiento (mortero monocapa o de cal, pinturas impermeabilizantes...) y que éste no presente grietas ni fisuras; de ser así, hay que sellarlas con un producto elástico y transpirable especial para exterior. A veces las filtraciones se producen sólo en la parte inferior de las fachadas, por acumulación de agua en el suelo. Si es así, puede colocarse un zócalo de piedra de aproximadamente un metro de altura para establecer una barrera más eficaz.
Eliminar humedades por condensación implica hacer descender el porcentaje de vapor de agua del aire. Esto puede hacerse fácilmente con aparatos deshumidificadores. Si el agua se deposita en el interior de los cristales de las ventanas es debido al efecto de puente térmico que suelen propiciar las carpinterías de aluminio. Lo mejor es sustituir las ventanas por otras con marcos de PVC o de aluminio con sistema RPT (rotura de puente térmico). Otra opción (más trabajosa y menos fiable, pero también más económica) es perforar el contorno de la ventana por el interior, haciendo agujeros a intervalos de unos 40 cm y rellenar la cámara interior de la pared con espuma expandible de poliuretano inyectada por dichos agujeros.
Las humedades producidas por capilaridad requieren un trabajo más complejo que los dos casos anteriores. Una vez detectadas, es necesario establecer una barrera que evite que el agua siga ascendiendo desde el subsuelo. Una opción es instalar un sistema deshumidificador a base de electro-ósmosis inversa, algo que realizan empresas especializadas. Otra posibilidad es colocar una barrera drenante en el punto donde la pared se encuentra con los cimientos, cavando una zanja y colocando una tubería especial para drenaje que evacue el agua (esto debe hacerlo una empresa o profesionales cualificados). Como tercera posibilidad, se puede realizar una barrera que detenga la humedad mediante la inyección de productos endurecedores. Para ello se taladra la pared a intervalos de unos 40 centímetros, a unos 60 cm del suelo y a lo largo de la pared afectada. Después se colocan en los agujeros una especie de embudos llamados tolvas, y en ellos se deposita el producto impermeabilizante, rellenando las tolvas constantemente hasta saturar la pared. Éste es el sistema más económico y lo puede hacer uno mismo, aunque también conlleva bastante trabajo.
MANCHAS, MOHOS Y DESPRENDIMIENTOS DE PINTURA
Una vez eliminadas las causas de la humedad, llega el siguiente paso: dejar las paredes, techos y suelos como nuevos. Seguramente tendremos que enfrentarnos a manchas de humedad, eflorescencias de moho y zonas donde la pintura se “pela”. En primer lugar, rascaremos la pared con una espátula a la que le hayamos limado las esquinas (para evitar los rayones) para retirar la pintura que se desprenda. Los mohos y hongos hay que frotarlos con cepillo de raíz y un producto fungicida; se venden en centros de bricolaje y almacenes de pinturas. Y si la pared está húmeda, es necesario secarla antes de pintar; puede dejarse así hasta que se seque o forzar el secado con una estufa.
Una vez seca y lista, rellenaremos las faltas de pintura con pasta tapagrietas y lijaremos para igualar. Es el momento de aplicar un producto fijador o una selladora para favorecer el agarre de la pintura definitiva. Para pintar, utilizaremos una pintura especial gelificante antimanchas, más espesa de lo normal y que cubre a la perfección todos los defectos. También podemos añadir un poco de fungicida (son incoloros) a la pintura para reforzar su efecto protector ante los mohos.
Imágenes: Steve Crane, michael, arqhys.com.
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Publicado el: 22-12-2010 | Autor: Marta Sánchez