En las casas de campo las solemos ver: son esas paredes con acabados rugosos, más bien bastos, y tenues colores que parecen hacer aguas y juegos de luz. Al contrario de las paredes enyesadas habituales, en las cuales se busca una superficie perfectamente lisa y nivelada, las paredes con acabados rústicos pretenden aportar el encanto de lo artesanal y lo imperfecto, recordando aquellas antiguas paredes encaladas de las casas de pueblo de toda la vida. Si algo tienen de bueno este tipo de acabados es que, con los materiales y productos disponibles hoy día, cualquier aficionado/a al bricolaje puede llevarlos a cabo con un éxito total.
Lo primero es contar con una pared limpia y desengrasada; puede tener incluso gotelé. Sobre la superficie conviene aplicar una selladora para favorecer el agarre de la pasta; si la capa que vamos a dar es muy gruesa, también es aconsejable espolvorear arena de obra sobre la selladora mientras esté pegajosa, para que la superficie quede más rugosa y así fije mejor el acabado. Las pastas suelen presentarse en polvo para mezclar con agua; en algunos casos, constan de líquido y polvo que se mezclan entre sí. A veces incluso llevan pigmentos para colorearlas en masa.
Una vez mezclada la pasta, puede extenderse con espátula de plástico o de metal. La rugosidad de la superficie dependerá de nuestros gustos; podemos extender la pasta y dejar las aristas, o bien alisarlas suavemente con una llana de goma o una brocha húmeda cuando la pasta esté a medio secar. Es conveniente intentar cruzar las pasadas de la espátula para que no todas lleven la misma dirección, lo que daría lugar a un efecto extraño. Este tipo de acabados son muy adecuados para paredes deterioradas o con desperfectos; cuando la pasta esté perfectamente seca, la podemos proteger aplicando una mano de látex (fijador para paredes) rebajado con agua o una cera incolora especial para este tipo de acabados.
Imágenes: Elegant Property Services, Reformas Castro, Marta Cella.