Cuando empecé a estudiar decoración, un profesor me dijo: -lo más triste de nuestra profesión, es que cuanto mejor hagas tu trabajo, más inadvertido pasará a los ojos de los demás, pero si cometes un fallo, todo el mundo reparará en él-.
Han pasado unos cuantos años de aquello y hoy suscribo esa frase como mía. Pero el convencimiento de esa realidad no lo he encontrado en la calle, sino en mí misma.
Al entrar en cualquier espacio, el primer lugar al que se dirigen mis ojos es al error. Será deformación profesional pero es algo inevitable, aunque me consuela saber que es algo que les ocurre al 99% de los decoradores.
Por eso es una maravilla llegar a un sitio dominado por la belleza y la perfección. Eso supone que tu mente no tiene que trabajar buscando el fallo y la posterior solución. La belleza y la perfección de la decoración relaja la mente de los decoradores. La belleza es nuestra válvula de escape. Una característica necesaria para lograr desconectar del día a día, en el que tratamos de conseguir espacios perfectos para quien los vive, y admirables para quien los ve.
Pues eso es precisamente lo que he estado haciendo estos días. Relajar mi mente. Durante las últimas semanas mi ritmo de trabajo ha sido frenético, y necesitaba parar un poco. Unas buenas amigas se encargaron de ello, y me enviaron unos días fuera de casa.
La belleza del lugar ha hecho realidad esa máxima. No había fallos, la decoración era perfecta, los colores en la dosis adecuada, ningún error de medidas, ni de incómodos pasos estrechos, una visión perfecta desde cualquiera de las ventanas, espacio para todo, iluminación suficiente pero no agresiva… tras un primer vistazo al entorno, mi mente se relajó completamente. No tenía que “arreglar” nada, solo disfrutar de ello.
Esto me trae a la cabeza un anuncio publicitario que estos días emite la televisión. Un hombre tiene la inevitable manía de contar las calorías de cualquier alimento que cae en sus manos. Cuando quiere relajarse consume productos que no las tienen. Como ya no tiene que contar, su mente se relaja.
Sin embargo, ésta, como casi todas las profesiones vocacionales, se suelen ejercer 24 horas al día. La decoración consiste en solucionar problemas. Problemas de espacio, de medidas, de distribución, de necesidades, de luz, de sentimientos y sensaciones… Algunos son problemas de solución técnica, como los problemas de espacio, de paso o de medidas. En otros la solución necesaria es más humana, la parte más conocida de la profesión, la de los colores, los accesorios…
Pero no os voy a engañar, dentro de la más absoluta perfección, la tenacidad de cualquier decorador en la búsqueda del fallo, hará que lo encuentre. Y yo no iba a ser menos.
El hall era enorme, lleno de columnas, con suelos alfombrados, ventanales con unas vistas impresionantes… pero ualá!! Ahí estaba ella, una impresionante lámpara de araña repleta de lágrimas de cristal… con una belleza indiscutible pero en un absoluto segundo plano.
En el primero, un montón de velas completamente nuevas, sin gotas de cera, y sin ni siquiera haberles quemado la mecha. La lámpara quedaba completamente oculta tras ese museo de cera.
Mi mente se ha relajado, quizá en exceso durante estos días, y ahora tengo sed de crítica. Desafortunada o afortunadamente, el error, por mínimo que sea es el protagonista de casi todas las decoraciones y con un simple paseo por cualquier parte, saciaré por completo mi sed.
Fotografias: Roche Bobois, Vivre, Bretz, Noir, Salva Decoracion
Por Olaia Pellón
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Publicado el: 15-05-2009 | Autor: Olaia Pellón