Este verano me he dado cuenta de las contradicciones del ser humano. El mismo ser humano que consigue diseñar edificios y viviendas dignas de admiración, es capaz de cargarse toda su armonía estética con los gestos más cotidianos, como tender la ropa.
Las prisas del día a día me hacen taconear deprisa sobre el asfalto urbano, con una mirada completamente lineal y tubular, y sin apenas ver nada más que el autobús que está a punto de arrancar sin mí.
Pero el verano a mí como a todos, nos hace bajar el ritmo y levantar la mirada, y esto hace que un día cualquiera nos encontremos paseando lentamente por una calle sin ningún destino concreto, con tan solo la intención de contemplar y disfrutar de todo aquello que nos encontremos al pasar.
Ese día reparamos en todas esas cosas que durante al año no vemos. Algunas serán gratas sorpresas, pero otras hubiera sido mejor no verlas. Me llama la atención como algunos edificios cuya estructura se adivina esbelta y armónica, se oculta bajo un manto de sabanas y toallas (en el mejor de los casos) que convierten la fachada en un muestrario de prendas y colores, pero de “rebajas”.
Si bien es verdad que hay algunos lugares que han conseguido su fama y su belleza precisamente en esas coladas, como por ejemplo el famoso barrio Portugués.
Por eso cada vez son más las casas que cuentan con secadora además de lavadora, para evitar tener que tender la ropa, ya sea en el exterior o en el interior de la vivienda.
Pero aún podemos ir más allá. Hace muchos años las viviendas no tenían cuarto de baño, y sin embargo, hemos llegado a tener casi tantos cuartos de baño como dormitorios. Con el paso del tiempo es posible que el cuarto de lavado y plancha sea una habitación más sin la que no podremos vivir.
En las casas en las que los metros nos permitan determinadas licencias contar con una estancia de lavado nos ahorraría muchísimo trabajo, nos facilitaría muchísimo las cosas y evitaría que en lugar de admirar nuestra fachada, las miradas se centren en los tenderetes de ropa que surgen de repente en algunas ciudades.
Podemos destinar un rincón de la cocina a la zona de lavado, y colocar ahí lavadora, secadora, algún mueble para almacenar los productos y si es posible disponer ahí de un pequeño tendedero plegable para las cosas que no admiten secadora.
Podemos añadir también un pequeño pozo para poder trabajar cómodamente las prendas que requieren de un suave lavado a mano, y para hacerlo más sencillo, le podemos incorporan una tabla como las que se utilizaban antiguamente para lavar en el río, ahora en completo desuso, pero que pueden sernos de gran ayuda en ocasiones.
Pero la solución también puede pasar por situar todos los productos y electrodomésticos de lavado en el interior de un armario preparado a este fín. Un armario que contará con las tomas necesarias para los electrodomésticos y con los departamentos propios de un armario, para separar la ropa blanca de la de color, la que está pendiente de lavar, de planchar...
Incluso el tendedero puede situarse dentro del armario. En este caso tan solo tendremos que tener la precaución de ventilarlo a diario para evitar la aparición de manchas de humedad.
Esto conseguirá al mismo tiempo muchas cosas. En primer lugar dejarnos ver la arquitectura de los edificios, ahora oculta en muchos casos por la ropa tendida, y en segundo lugar organizar de una forma mucho más cómoda estas tareas generalmente fastidiosas.
...así plaaaanchaba, así así, así lavaba que yo lo ví.
Fotografías: Kibuc, Miele, AEG, Birex, Fagor
Por Olaia Pellón
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Publicado el: 16-10-2009 | Autor: Olaia Pellón