De forma casi inconsciente, cada mañana o antes de acostarnos, todos los días practicamos hidroterapia, beneficiándonos de todas las propiedades del agua a través de una sencilla ducha o la aplicación de chorros de contraste.
Porque una ducha es mucho más que un hábito de higiene, es salud, ya que su influencia en los sistemas estructurales y orgánicos del cuerpo humano genera equilibrio y bienestar inmediato. Por ello, conocer sus beneficios y cómo potenciarlos ayuda a reducir considerablemente los niveles de estrés, teniendo siempre en cuenta que factores como la temperatura, la intensidad, la duración y la frecuencia de repetición de este estímulo varían sus efectos en el organismo.
Según el horario obtendremos resultados diferentes, ya que ducharse por la mañana tiene un efecto energizante, mientras que por la noche relaja y facilita el descanso. En ambos casos, calma los problemas emocionales y eleva la moral al activar una sustancia llamada noradrenalina que ayuda a combatir la depresión.
Si aplicamos agua caliente conseguiremos dilatar los vasos sanguíneos y relajar los músculos, liberando la tensión acumulada y aliviando los dolores reumáticos.
Además, el vapor favorece las patologías respiratorias, sobre todo si se potencia su efecto con hierbas, aceites o minerales naturales. Por otro lado, el agua fría contrae los vasos sanguíneos y estimula la circulación, siendo altamente eficaz para eliminar el cansancio físico y psíquico, la retención de líquidos y sus antiestéticos efectos en la piel. Asimismo, el frío activa la función metabólica, eliminando toxinas y grasa acumulada, al mismo tiempo que anima la producción de glóbulos blancos, reforzando el sistema inmunitario contra resfriados, gripe y asma.
Incluso el contraste de frío y calor es altamente beneficioso, puesto que ayuda en problemas de retorno venoso y disminuye la inflamación. Si, además, aplicamos un masaje con chorros sobre zonas doloridas, relajaremos las tensiones, disminuyendo las contracturas musculares y aumentando la elasticidad. Si los chorros se aplican bajo el agua conseguiremos además sedación. En cambio, si solo aplicamos una ducha con efecto de lluvia rápidamente favoreceremos un estado de relajación.
De hecho, una ducha óptima comenzaría con agua caliente para relajar los músculos (29-40 ºC), continuando con una temperatura más templada (24-29 ºC) que consiga reavivarnos, para terminar con chorros de agua fría, perfectos para activar la circulación, cargar las pilas y mantener el cuerpo fresco durante las 5 horas siguientes.
Y es que prácticamente todos los sistemas del metabolismo se ven beneficiados por esta práctica usada desde la Antigua Grecia, que incluso previene la calvicie al estimular el cuero cabelludo y mejora la calidad y producción de espermatozoides.
Información: www.elpoderdeunaduchabosch.com
Fotografías: Grohe
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Categorías: Belleza y salud
Publicado el: 20-11-2014 | Autor: Olaia Pellón