La ingesta de un exceso de grasas es incompatible con un estilo de vida saludable. Pero hay grasas y grasas… Aprende a distinguir las que tienes que eliminar de tu alimentación y la de los tuyos hoy mismo.
Las grasas trans procedentes de los aceites hidrogenados están en el punto de mira de las autoridades sanitarias de muchos países. Se comenzaron a usar en la industria alimentaria en los años 60 para sustituir a las grasas animales (manteca de cerdo, nata, mantequilla) porque no causaban colesterol. Tenían además otras ventajas: no variaban el sabor, la textura ni la estabilidad del producto, y además le aportaban consistencia, haciéndolo más atractivo. Sin embargo, hace ya tiempo que se sabe que aumentan el colesterol malo y reducen el bueno, además de afectar a las membranas del cerebro y a algunas hormonas esteroideas…
La noticia saltó a la opinión pública hace apenas mes y medio… Estados Unidos estudia prohibir las grasas “trans” artificiales, esas que en los paquetes y en letra minúscula aparecen como grasa vegetales parcialmente hidrogenadas, que se esconde sobre todo en la bollería industrial y los alimentos precocinados… La FDA, máximo organismo responsable de la regulación de los alimentos y los medicamentos, no considera saludable el consumo de este tipo de grasas vegetales. Los últimos estudios científicos (2011) han demostrado que taponan las arterias y aumentan el riesgo cardiovascular.
Lo cierto es que en España no está regulada la utilización de grasas trans en los alimentos, y ni siquiera están muchas veces presentes en las etiquetas (aunque sí en el alimento…). Para librarse de su consumo, contiene tener en cuenta los tipos de grasas que existen:
Grasas insaturadas: de origen vegetal, reducen el colesterol malo en sangre. Las hay monoinsaturadas (aceite de oliva y frutos secos) y poliinsaturadas (aceites de semillas como girasol, soja y maíz, ricos en saludables ácidos grasos Omega 3 y Omega 6).
Grasas saturadas: son de origen animal (mantequilla, nata, carnes grasas) y en algunos aceites vegetales (coco y palma). Elevan el colesterol malo en sangre, por lo que se pueden consumir, pero manteniéndolas a raya.
Grasas trans (aceites hidrogenados): de forma natural se dan en dosis pequeñas en la carne de vacuno, la mantequilla y la nata. Pero las que se usan masivamente en la industria alimentaria son artificiales y se emplean en margarinas, bollería industrial, snacks tipo palomitas y otros y platos precocinados. Aumentan el colesterol malo y mantienen el bueno en niveles reducidos.
Qué puedes hacer para evitar las grasas trans
Si acudes a restaurantes y comercios como pastelerías y panaderías, poco puedes hacer, salvo acudir sólo a los lugares que te parezcan de mayor confianza. Sin embargo, en el etiquetado de muchos alimentos sí puedes encontrar pistas sobre lo que contienen. Elige preferentemente alimentos que lleven aceite de oliva o de semillas, y desecha aquellos productos en los que sólo se cite la mención “grasas vegetales” (lo más probable es que sean de coco, palma y palmiste). En los ingredientes de algunos productos verás que sí admiten el uso de “grasas parcialmente hidrogenadas”, que son las que debes evitar siempre. Por ejemplo, compra bollería industrial con pocos aditivos y hechas con aceite de oliva o girasol, atún en aceite de oliva o girasol, pero no simplemente “en aceite”, mayonesas y otras salsas donde el aceite sea saludable, y así sucesivamente… No podrás evitar, por ejemplo, que los sobaos lleven mantequilla (mejor éstos que los que llevan grasas trans, que los hay…) ni que los mantecados en Navidad estén hechos con manteca de cerdo (mejor ésta que los aceites vegetales indeterminados…).
A veces pagar una pequeña diferencia de precio puede ser una gran inversión para la salud.
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Publicado el: 18-11-2013 | Autor: María Tebar